¿Quién nos iba a decir hace tan sólo unos años que nuestro país pasaría de la noche a la mañana de ser un país acogedor de emigrantes de otras tierras a ser un país en el que los jóvenes nacionales tienen que marcharse para crearse un nuevo porvenir?
Esta reflexión, que ya me había pasado veces antes por la cabeza, ha vuelto a mi mente tras ver un pequeño vídeo de una de las muchas películas de Paco Martínez Soria, titulada Estoy hecho un chaval (1976), Pedro Lazaga, -basado en la obra Juan Jubilado, Alfonso Paso- donde el protagonista, Juan Esteban, un contable de sesenta y tantos años acaba de ser padre al mismo tiempo que es despedido de la empresa de toda la vida. Sin embargo, decide probar suerte en otros empleos aunque sin suerte hasta que, finalmente, se ve obligado a marcharse a Alemania para poder hacer fortuna mediante la venta de unos tapetes confeccionador inicialmente por su suegra y al final por toda la familia.
En el vídeo que insiero abajo se encuentra el final de la película con cierto toque de la celebérrima frase del perro del hortelano, que ni come ni deja comer, en el sentido que España aunque no deja avanzar a sus ciudadanos con la creación de empleo -véase dificultades para crear una nueva empresa, altos impuestos, modelos de declaración interminables, ventas bajas, aumento de los impuestos y de la inflación...-, cuando el español de a pie se marcha tiene siempre la nostalgia de volver -algo también ilustrado en Ninette y un señor de Murcia (1964), de Miguel Mihura protagonizada ya en el siglo XX por Elsa Pataky en una versión adaptada cuando el padre de ésta que vive en París desde hace varios años añora Asturias, su tierra natal.
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