Harto del griterío televisivo. Así puedo definir cómo me siento cuando veo, por placer u obligación, ciertos programas que emiten en distintos canales de todos los colores y en los que levantar la voz más que el contertulio contiguo ha devenido una mala costumbre que no se debiere tolerar.
No importa la hora: cuando llego a casa al mediodía, mientras como, el televisor ya está encendido. Después de las noticias, siempre igual de tristes, Tele 5 gana la partida con el programa De buena ley. Una mala imitación de lo que en su día fue Veredicto, un programa similar pero donde la educación reinaba, no como ahora. En esta clase de programas se pretende reproducir un litigio real a través de actores y actorcillos que no hacen más que vociferar por doquier. Ante tal punto, sólo me interesa conocer el inicio y el final del programa, es decir, el litigio en cuestión y la resolución dada por el juez o jueza de turno que, paradójicamente, tras dar la razón a una u otra de las partes se atreve, en no pocos casos, a dar un juicio moral cuando nadie se lo ha pedido.
Por la tarde, no me importa ver otra emisión llamada Catalunya opina de Canal Català -otro nombre parecido para el resto de España y difundido por Metropolitan TV-, y dirigido por un pseudosacerdote -Carlos Fuentes-, normalmente acompañado de diferentes opinantes con distintas índoles políticas. Sin embargo, los gritos son también lo que acaban caracterizando tal programa, aunque no alcanzan el grado de Tele 5 con el programa mentado u otros como Sálvame o La Noria -ya desaparecida pero con un sucesor cuyo nombre no conozco-. En el programa de Fuentes suele participar un tal Graciano, un hombre despeinado lleno de ironía cuyo comportamiento nada tiene que ver con el que profesa cuando acude a otros programas nacionales como es en el canal nacional 24 horas.
Y es que con el griterío se puede percibir que la buena educación se ha marchado de nuestro país y las reuniones son un síntoma de ello. Lejos ha quedado la prudencia de levantar la mano para expresar una opinión y el tono de voz superior al del interlocutor se reafirma como máxima fuerza mientras no tiene lugar una palmada o un puñetazo sobre la mesa.
Jueves 26 de diciembre de 2012
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