No creo que haya otro calificativo mejor para hacer referencia a lo que ha sucedido esta madrugada en una discoteca de Madrid. Sin embargo, tal desgracia podía haber sucedido en otra macrociudad, en otra discoteca.
Es triste pensar cómo personas jóvenes mueren por una mala acción, por una imprudencia, por, en definitiva, la aglomeración de las masas de personas que no saben esperar, que no saben aguantar, que no toleran, que avasallan. Pero en estos momentos uno tiene que pensar en por qué las salidas de emergencia estaban cerradas a cal y canto -como vi hace sólo unos días en el Estadio Municipal de Santa Coloma, donde tales salidas estaban fijadas con unos candados-. Lógico es que si hay una salida de emergencia se pueda abrir dicha puerta. Quizás un dispositivo electrónico impediría hacer un mal uso de ellas como hace dos semanas cuando de Ikea cuando dos personas decidieron abandonar el local por una salida de emergencia.
Ahora es ya tarde y en las familias de las personas fallecidas sólo queda el dolor y la tristeza por haber perdido a sus hijos, más aún en esta noche de Halloween donde parece que el mal haya reinado por unas horas.
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