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lunes, 7 de junio de 2010

La sombra del árbol

Me viene a la cabeza la imagen del Sol, cómo éste da vida a las plantas, a las personas, sin interés alguno y cómo éstos se aprovechan de la energía solar. Ahora bien, a menudo hay árboles que por la situación en la que se encuentran, captan más energía no sólo solar, sino que también disfrutan de recursos como el agua que les alimenta por sus raíces. Otros árboles cercanos, por lo contrario, se ven eclipsados por este árbol que cada vez se hace mayor. No reciben la luz del sol suficiente porque el árbol que tiene al lado y que va creciendo cada vez les tapa más ya que su sombra es más y más larga, por lo que el otro árbol se queda estancado o incluso involuciona, se vuelve raquítico, sin fuerzas y sólo tiene tres opciones: seguir al lado con lo que ello le conlleva, la muerte, o casi muerte; ser trasplantado a otro sitio donde pueda gozar del Sol y de los recursos; o bien, la tercera opción, esperar que el gran árbol se acerque cada vez más y que sus ramas se acaben fundiendo en un árbol aún mayor.

La parábola utilizada ilustra a las personas. A menudo, dentro de una familia o en el seno de una pareja de enamorados se viven este tipo de situaciones. Pese a recibir una educación casi igual, cada persona, según la situación en la que vive, las relaciones con los otros, el trato que recibe..., se desarrolla de una manera u otra. ¿Cuántos son los hijos o las esposas que abandonan el hogar al verse frustradas por no alcanzar aquello que querían? En la sociedad en la que nos ha tocado vivir, definida como postmoderna, se tiene la convicción de que lo que ha dejado de funcionar es mejor no arreglarlo, pues resulta mucho más fácil hacerse con algo nuevo y empezar de cero, cosa que sucede tanto con los objetos, como con las personas. Así pues, algunas de las  personas que se sienten eclipsadas deciden que pase el tiempo sin evolucionar, sin dejarse abrazar por el otro, en una actitud de lamentación continua que no hace más que hacer morir a la persona en vida, dentro de un clima de involución que la conducirá a la depresión, a la desesperación;

Otra opción es la de marcharse a otro sitio para vivir su vida en otro. Sin embargo, con esta opción uno no se percata de que en el lugar al que puede ir a parar –siguiendo con la parábola-, los recursos sean escasos: no haya sol, no haya agua..., o tal vez otra sombra les tape igual que la otra y sean incapaces de crecer.

Por ello, en las dos opciones precedentes, se ve como, en tales casos, se prima el individualismo por encima de la colectividad, de la unión, de la comunión. Es fundamental, pues, hacer un giro de 180º en nuestras mentes y empezar a formar parte de la tercera opción, partiendo de la convicción de que "toda piedra hace pared", es decir, que toda aportación, venga de donde venga, es buena, hay que huir del egoísmo "yo valgo", para configurar un "nosotros valemos", que no sólo supone la suma del "yo + tú", sino que es algo mayor, en lo que tanto "yo" y "tú" conservan su persona y parte de su autonomía y reconducen otra parte de la misma hacia el bien común, su objetivo vital que les hará crecer en amor, que todo lo supera.

07 de junio de 2010

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