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martes, 4 de mayo de 2010

Que un chino apruebe la teórica, un cuento chino

Con la irrupción masiva de inmigrantes en nuestro país se ha visto como éstos necesitaban, como nosotros, desplazarse. Para ello, la manera más autónoma de hacerlo es mediante la obtención el permiso de circulación y, posteriormente, comprar un coche. Ahora bien, para obtener tal permiso es menester pasar unas pruebas:

 Estas pruebas son tanto teóricas como prácticas y no se puede acceder a las segundas sin haber superado las primeras. Éstas consisten en pasar un test de 40 preguntas, hace diez años, de las que sólo se podían fallar 3 para poder acceder a la otra fase. Sin embargo muchas de estas preguntas tienen trampa debido al lenguaje que utilizan con el fin de engañar al examinando. Ante esto, si muchos son habitantes autóctonos –conocedores de la lengua española- que suspenden esta parte teórica al no comprender bien las preguntas, ¿cómo es posible que ciudadanos extranjeros que no saben español puedan aprobarlo? Evidentemente, hay gato encerrado.

 Hace unos meses apareció publicado en los periódicos, como en Voz de Galicia, un artículo sobre cómo un chino pretendía superar esta prueba mediante una tecnología parecida a la del Inspector Gadget, es decir, a través de un aparato transmisor con el cual le chivaban las preguntas. No mucho tiempo después, apareció cómo habían detectado a varios chinos que acudieron a un examen del mismo tipo luciendo un reloj del mismo modelo. Era también un reloj transmisor en el que introduciendo el código del test, se podían saber los resultados de las preguntas, es decir, cuál de las tres opciones (A, B, C) era la correcta.

 Y es que el hecho de que apruebe un examen de tales características una persona no conocedora de la lengua, con ciertas dificultades para hablar español –y más para comprenderlo tanto oral como de manera escrita-, es un cuento chino. Ante tal afirmación, tenemos que cuestionarnos si los controladores, si los examinadores y las autoridades en general se acaban de enterar de tal fechoría o bien eran conscientes y hacían la vista gorda. Evidentemente, si existían este tipo de dispositivos era porque alguien, muy probablemente de una autoescuela, se los facilitaba.

 Con todo ello, vemos como nuestras calles y carreteras están plagadas de conductores con estas características sin la menor idea del código de  circulación. Conducen sin poner los intermitentes, acercándose mucho al coche que tienen delante y cuando hay un accidente se hacen los locos al no entender el idioma.

 Hoy por hoy, las autoridades conocen la situación y si no ponen remedio de inmediato, todos acabaremos pagando las consecuencias de estos potenciales camicaces que invaden las vías de nuestro país.

05 de mayo de 2010


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