Con motivo del crédito de síntesis que se lleva a cabo en el instituto en el que trabajo, pude ver la película El diablo se viste de Prada, una buena película para no hacer todo en lo que ella se proyecta. En la misma, las personas son títeres sin autonomía, muñecos sometidos a los gustos de supuestos expertos que dictan lo que está bien y lo que está mal, que viven superfluamente sin dar importancia al dinero ya que es algo de lo que están sobrados.
Este tipo de películas, como muchas “americanadas” dañan a nuestra sociedad hasta el punto de convertirla en frívola, hasta el punto de anteponer el trabajo a las relaciones personales y de pareja. Nuestros conciudadanos no dan la importancia que debieren a las personas que tienen a su alrededor, sino que las ven como objetos mediante los cuales podrán sacar jugo. En cuanto la persona esté bien exprimida o no se obtenga de ella todo lo que se espera, se acabará por prescindir de ella.
Es aberrante cómo personas pueden llegarse a gastar fortunas en ropa que quizás se pongan una vez en la vida cuando, en otras partes del mundo, hay quien no tiene con qué vestirse o simplemente tiene que hacerlo con prendas sin marca, compradas en tiendas de segunda mano como Humana, o bien disponer de la ropa mediante servicios como Cáritas, día tras día más necesarios en una sociedad como la nuestra en la que los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres.
Por todo ello, comprando marcas archiconocidas no estamos haciendo ningún bien a la humanidad, sino que estamos alimentando a viciosos y a dictadores de la moda que lo único que hacen es lucrarse mediante nuestro costoso esfuerzo producto del verdadero trabajo que hace levantar a nuestro país.
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