Tras la compra de un piso, una de las cosas que se debe hacer es cambiar la placa del buzón, algo básico para garantizar que las cartas que se reciben, sobre todo aquéllas referentes a pagos y multas, pues han quedado atrás las felicitaciones, no son devueltas y se introduzcan donde se debe.
Por ello, cada uno de los buzones tiene que tener un letrero identificativo con el nombre o nombres de los residentes y con el número del piso para facilitar la tarea al cartero de turno.
Precisamente hoy me he decidido a cambiar dicha placa y para ello me he dirigido a un hipermercado cercano en el que hay una empresa Mister Minit, en la que he preguntado qué costaba hacer una plaquita como la que he llevado, concretamente de 6 cm de largo x 1'4 de alto.
El dependiente ha tomado un par de veces las medidas para asegurarse no fallar. Tras hacerlo, me ha dicho que el precio variaba no sólo del tamaño sino también del número de letras. Acto seguido, ha tomado la calculadora y ha anotado una numeración. A continuación, ha consultado un libro de precios que tenía escondido bajo el mostrador y tras unos segundos me ha indicado el precio exacto: 15,80 €. Le he agradecido la gestión y me he ido del establecimiento pensando cómo puede ser posible que haya gente capaz de gastarse tal cuantía por un trocito de plástico de tales diminutas dimensiones. Acto seguido he comprendido por qué muchos optan por recortar un trozo de papel y escribir como bien pueden su nombre.
Estaba convencido de que el precio no podía superar los cinco euros, me equivocaba, está claro, al menos en esta tienda no ha sido así. Por lo tanto, y al menos por ahora, improvisaré una placa utilizando el maravilloso programa Paint como había hecho en anteriores ocasiones, mientras encuentro otra empresa que me pueda hacer una plaquita idéntica por el precio que había pensado.
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