Haciendo zápping casi a medianoche me he encontrado con un interesante programa en TV3, SINGULARS, presentado por Jaume Barberà. Al programa acudía hoy Borja Mateo, un economista bilbaíno que mediante varias diapositivas ilustraba el pasado, el presente y el futuro de la situación del ladrillo en España.
Por lo que ha contado y argumentado en el programa, las cosas no pintan bien para aquellas personas que han comprado y que comprarán una vivienda desde 2008 hasta el 2016 ó el 2018. Parece ser pese a bajadas superiores al 30% en el precio de las viviendas, el Estado y la banca siguen interesados en evitar un desplome que podría alcanzar el 75%. En términos monetarios estaríamos hablando de que un piso que ha costado 100.000€ en cuatro o cinco años podría pasar a costar 25.000€.
Soy de los que piensa que los culpables de la burbuja inmobiliaria han sido tres: la administración (estatal, autonómica y local); la banca y las inmobiliarias.
Vayamos por partes:
Cada vez que se hace una transacción el Estado (cambio de nombre) y los ayuntamientos (IBI), ganan dinero. A mayores transacciones, mayor dinero y mayor tasación y coste del inmueble, mayor beneficio. Por lo tanto, ¿por qué iban a decir nada?
Por otra parte la banca tenía en los pisos un negocio asegurado. Pongamos por ejemplo de nuevo un piso que costaba 100.000€. Los gastos de hipoteca y escritura subían alrededor de un 10-15%, es decir, la cantidad que muchos tenían, como poco, ahorrada. Pero si no era así, tampoco había problema pues algunos bancos financiaban incluso el 130% de la operación, por lo que además de sufragar los gastos del inmueble, de la hipoteca y del cambio de nombre, aún había un margen para hacer reformas, para cambiarse de coche o incluso para irse de viaje.
El negocio era redondo: dejo 130% del valor de un inmueble que tasa una empresa externa conocida y voy cobrando durante 20, 25, 30, 35 o incluso hasta 40 años una hipoteca por lo que aquél que compra el piso cuando ha pasado dicho tiempo ha pagado 2 e incluso 3 pisos. Además, si el hipotecado no puede pagar, no pasa nada: se le echa del piso, se subasta el piso -que se queda el mismo banco por la cantidad que quiere-, el hipotecado tiene que seguir pagando la deuda restante durante toda su vida aún sin tener el piso, y además, a partir del día siguiente, el banco podía vender el piso por un valor superior a un tercero ya que los precios sólo subían.
Y, ¿por qué subían? ¿Sólo por la permisividad de la administración que tenía que haber puesto un precio máximo al suelo o un tope en los años de concesión a la hipoteca? ¿Sólo por el interés económico de los bancos que ahora jubilan o cambian de oficina a directores, subdirectores e interventores? No: las inmobiliarias tuvieron también su momento estrella. Pongamos que Pepita quería irse de su ciudad y quería vender su piso. Con o sin compromiso, una o varias inmobiliarias se le acercaban para facilitarle la venta. Si la tal Pepita quería vender su piso pongamos por 100.000€, la inmobiliaria lo vendía por 110.000 ó por 120.000€, en un anuncio por doquier que, casualmente, veían sus vecinos, entre ellos un tal Juanito. Y claro, lo nuestro siempre es mejor que lo del vecino y, -qué coño-, pensó Juanito, si el piso de Pepita lo vendían por 120.000€ el suyo, 130.000€. La inmobiliaria de turno ponía a la venta su piso a los 130.000€ más su comisión, es decir, 143.000 ó 156.000€, y así sucesivamente hasta costar un piso de 48 m2 más de 200.000€ según en qué zonas.
¿Pero qué sucedería si Borja Mateo tuviera razón? Podrían suceder varias cosas: seguramente habría personas que querrían deshacerse de sus viviendas, es decir, venderlas o bien dejar de pagar al banco el coste de la hipoteca ya que aquella cantidad que el tasador de turno había establecido por su piso deja de ser real. ¿Para qué pagar 125.000€ por un piso si ahora cuesta 35.000€?; otros, seguro que se irán a los pueblos ya que el precio de las viviendas será todavía más barato del mismo modo que el coste de la vida; otros, los que puedan, se irán de alquiler; y los que todavía no habían comprado serán los que hagan la ganga pues tendrán una vivienda que podrán pagar a tocateja.
Sin embargo, si los vaticinios del vasco Mateo son verdad, creo que los intereses se multiplicaran, como sucedía en los años 80-90, y con ello una inflación galopante que, sumada a la bajada de sueldos producto de la reforma laboral, llevará a la población española a la ruina.
Mientras tanto, los políticos, banqueros y otras especies parecidas, seguirán no sólo en la posición que estaban, sino que la diferencia entre ellos y el resto de mortales se aumentará. Si esto es así, cabe pensar cómo ponerle freno. Y la única respuesta que se me ocurre es que el pueblo militarizado salga a la calle, tome el parlamento, encarcele a los culpables de esta crisis que nos está matando a todos y la riqueza que han logrado los primeros citados se reparta.
Sin ser tan catastrofista, otra cosa que puede suceder es lo que apunta el economista arriba citado, es decir, que se produzca una renegociación con los bancos que bajen el precio de las hipotecas X %.
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