Después de haber pasado el día con un amigo en la sierra catalana de Montserrat, en uno de los temas de los que hemos hablado me ha recomendado la película titulada Dejad de quererme. Es una pena no poder revelar el final de la película puesto que tal hecho supondría la pérdida de interés sobre la misma. Así pues, os invito a verla.
Ahora bien, el tema apuntado hace reflexionar sobre el sentido de la vida y cuáles son las cosas verdaderamente importantes de la misma. Ciertamente, en nuestro mundo occidental, existen unos caminos que nos llevan a unas metas que, más pronto o más tarde, nos acabamos fijando. Como norma, más o menos general, uno estudia -hasta donde puede, hasta donde quiere, hasta donde le dejan- para, a posteriori, encontrar un trabajo que le permita -como no- ganar dinero para poder ejecutar algunas de las acciones que casi todo hombre-occidental tiene en la vida: comprar una casa (para poder tener una familia) y un coche (para poder desplazarse al trabajo e irse de vacaciones con la familia).
Pero qué ocurre cuando las metas fijadas en la vida o bien no se cumplen o bien se cumplen de manera corrompida. Tomando palabras de San Agustín: "lo peor es la corrupción de lo bueno". Con esto, el santo pretendía hacer mostrar que varias cosas: lo superbueno es incorruptible, por ser "super"; lo malo, es malo de por sí; de tal modo que lo bueno corrompido es un mal doble pues, en siendo bueno, es malo. Mediante esta explicación puedo referirme a que las metas que nos fijamos en la vida en ocasiones no salen como teníamos previsto y, por tanto, están corrompidas. Ante tal punto, somos nosotros si damos por válidas el punto al que hemos llegado.
En otras ocasiones, nuestro esfuerzo franquea la línea de meta sin percatarnos de que la hemos rebasado y de que hemos pasado de largo la felicidad ansiada. Para combatir este defecto, existe la reflexión. Lejos de la holgazanería, las vacaciones y los parones deben ser un tiempo para reubicarnos y saber qué es lo que realmente queríamos y dónde estamos, adónde hemos llegado.
Rebasar una meta no es que sea algo negativo en sí mismo pues al ir más lejos de lo pretendido, ciertamente el éxito social estará reconocido. Sin embargo, ¿de qué sirve el aplauso del de fuera si la infelicidad corroe? ¿No sería mejor el dicho "ande yo caliente, ríase la gente"? Sí, hay que reubicarse, estando contento de los logros conseguidos y decirse: "soy un crack, pero esto no es lo que quería de mi vida". Este objetivo es difícil de alcanzar. Ahora bien, cuando se ve claro que hay que volver a la meta se tiene un doble miedo: el primero, rechazar el rango, estatus y los beneficios conseguidos por aquella meta rebasada; el segundo, el miedo a recular hacia la meta, hacia una vida más simple (sencilla) y encontrar que, quizás, tampoco era esa meta la que llevaba a la Felicidad.
De cualquier modo, no se puede olvidar que lo importante es, como dice Julio Iglesias en la canción que sigue, "disfrutar de los detalles pequeños (...) -para no- olvidarse de vivir"
De cualquier modo, no se puede olvidar que lo importante es, como dice Julio Iglesias en la canción que sigue, "disfrutar de los detalles pequeños (...) -para no- olvidarse de vivir"
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