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lunes, 20 de septiembre de 2010

Las prisas no dejan distinguir lo importante de lo urgente

Después de un tiempo sin escribir, vuelvo a hacerlo tras la noticia leída en la prensa sobre los dos ancianos olvidados en una furgoneta y que les ha costado la vida a ambos. Sin duda, un despiste imperdonable, pues ha significado su muerte. No obstante, el único responsable no puede ser el conductor ya que los responsables del centro jeriátrico parece ser que no echaron en falta a los ancianos. 

Las prisas nos matan, sobre todo en las ciudades. Todo es urgente y pasa por encima de lo importante, dentro de una sociedad cada día más esclavizada por las obligaciones laborales y socioeconómicas que nos crean y que nos creamos. 

Ahora bien, después de haber oído y visto las declaraciones del conductor de la furgoneta,  queda claro su malestar y sufrimiento, manifestado incluso verbalmente por él quien preferiría estar muerto en lugar de los ancianos. 

Desde aquí no podemos hacer otra cosa que orar por él y por su familia, pues debe ser un momento durísimo para todos ellos -evidentemente, también por las familias de las víctimas-. La muerte es algo que en este mundo no se puede enmendar, por lo que nuestra plegaria deberá servir también para que olvidos de este tipo, imprudencias y otras dejen de producirse.

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