Desde hace unos días, Barcelona está engalanada con luces que pretenden adornar la ciudad para recordarnos que pronto serán las fiestas de Navidad y, con ellas, el tiempo de empezar a gastar.
¡Cuán bonita es la ciudad colorida!, se podría pensar. Sin embargo, tal belleza ocular es dulce y amarga a la vez. Mientras algunas personas podrán seguir con tales gastos -quizás no tantos para muchos otros-, para muchísimos más será imposible cubrir las necesidades básicas.
Día tras día mueren en Barcelona y alrededores pequeñas y medianas empresas que llevaban tiempo al pie del cañón. Con su cierre morimos, poco a poco, cada uno de nosotros sin que podamos hacer nada para resolverlo.
Ciertamente, estas fechas deberíamos reducir costes y, además, pensar bien a dónde irá nuestro dinero, si bien queremos que siga en el país o bien que se vaya a otro de la Unión Europea o, lo que es peor, fuera de ésta.
De todos es sabido lo difícil que le resulta al comercio local poder competir en precios -no en calidad-, con productos extranjeros. Sin embargo, con el esfuerzo de todos tal vez podamos salir adelante.
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