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domingo, 22 de septiembre de 2013

Observando las golondrinas: cómo cambia el punto de vista las cosas



Esta tarde, mientras volvía de casa de un amigo, me he detenido en las escaleras que bajan a casa de mi tía, ya fallecida. Mirando a un poco más arriba de la altura del balcón, he apreciado como en uno de los cables eléctricos se posaban varias golondrinas. Avanzando unos pasos, he visto un segundo cable eléctrico donde había más del tripe de éstas, ahí posados. Me he quedado observándolas, mirando sus movimientos. Un par de metros adelante he visto un tercer cable donde había el doble de todas, alineadas, unas al lado de las otras. Empero, echando un vistazo a la calle, el techo y el capó de los coches estaban llenos de excrementos. En la calle, sin embargo, no se apreciaban, quizás por el paso de la gente que con los zapatos limpian las defecaciones de estas aves migratorias.

En la vida sucede lo mismo que en las distintas posiciones de observación de las golondrinas descritas. Por una parte, lo primero que se tiene que hacer es abrir los ojos para verlas, para ver cómo y dónde están posadas y cómo se desplazan, cómo vuelan. Lo segundo, observarlas del lugar adecuado. La primera posición sólo permite una visión parcelada, igual que la segunda, que aunque un poco más amplia, sigue siendo un punto de vista sesgado. La tercera, la mejor, permite posicionarnos de manera más objetiva. Ahora bien, estoy seguro que subiendo al terrado de mi tía podría haber visto aún muchas más golondrinas posadas en otras partes de la calle y más arriba aún, desde el cielo y con unos buenos prismáticos, podría ver muchas más.

Nuestro día a día, nuestra posición en la vida nos impide ver muchos de los prismas que nos presentan los problemas diarios a los que nos enfrentamos. Por ello, necesitamos apartarnos del problema, verlo en la distancia para situarnos en un plano objetivo en lugar de subjetivo, sin estar condicionados por las circunstancias, por los factores, por las condiciones que nos marcan y que nos empujan a actuar de una manera determinada u otra. Pero no siempre es fácil alejarse del problema y verlo desde fuera. Por ello, en ocasiones un amigo nos puede ayudar, y cuál mejor que AQUÉL situado en las alturas, AQUÉL que se compadece de nosotros, AQUÉL que nos AMA y que está dispuesto a echarnos una mano en cada momento.

Acudir a Jesús es fundamental. Sin Él podemos encontrarnos desubicados, desorientados. ¿Dónde vamos y para qué? Éstas son dos de las preguntas que muchos nos formulamos a diario, sobre todo en épocas de desconcierto. Pero Él tiene la respuesta a esta pregunta que debe serle formulada por medio de la oración para que el Espíritu Santo viva en nosotros y nos dé el sentido que necesitamos en nuestras vidas. Tenemos que reposar en Jesús ya que su carga no es pesada y su yugo es fácil de llevar. Tenemos que ir a Él todos aquellos que estemos cansados ya que Él nos hará descansar.

Finales de agosto de 2013

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