Hacía mucho tiempo que no escribía nada en este blog ni siquiera lo revisaba. He entrado para ver cuál era la última entrada que hice y que ni tan sólo recordaba. Acabo de llegar de una cena con mis amigos después de un torneo de fútbol. Ayer jugamos dos partidos y esta mañana he tenido grandes dificultades para levantarme de la cama. Un dolor en las cervicales me lo impedía: un mal gesto de anoche que me lleva amargando las últimas 24 horas y no sé cuántas más quedarán por amargar.
Lo cierto es que el sábado hasta casi las 10 de la noche lo he perdido prácticamente por completo. Es un día en el que tengo previstos hacer planes e ir a varios sitios pero no he podido ni salir de casa. Me costaba caminar y según como respirar. Tumbado en el sofá un fuerte dolor que arrancaba desde la mitad de la zona lumbar, ascendía hacia las cervicales, se interrumpía hasta mi ojo izquierdo y seguía desde ahí hasta la parte trasera de mi cerebro. En resumen: no he podido jugar el partido de hoy. Sin embargo, he estado con mis compañeros dándoles apoyo en el banquillo improvisado que había en el campo.
Tras el partido, que por cierto hemos perdido, hemos ido a cenar todos juntos con las tarjetas que nos han dado para gastar en comida. Las hemos agotado. Lo hemos pasado bien todos juntos. Después, unos cuantos, los que no teníamos compromisos familiares, hemos ido a tomar algo a nuestra ciudad. Y nos ha ido bien, creo yo. Es importante socializarse e intercambiar puntos de vista con los amigos. Evidentemente todos no pensamos igual y de ahí la importancia de tal intercambio. Sólo la reflexión personal sin intercambiarla con nadie deviene pobre y, al final, enfermiza. Y es que es en las relaciones que uno ve que cada cual tiene sus propios problemas y que como decía Ortega y Gasset, "el hombre es él y su circunstancia", la que lo configura y le hace actuar de una manera u otra. Y así es,
Gracias, amigos, por los momentos que pasamos juntos, por esos momentos que nos ayudan a crecer.
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