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sábado, 29 de septiembre de 2012

Cuestión de fe

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Aunque a priori muchos puedan revatirlo, la fe, que también podemos denominar confianza, es algo fundamental para nuestras vidas. Sin ella no tendríamos valor para salir a la calle ya que temeríamos que nos pudiera pasar desventura cualquiera. Pero no es así, sino que al salir de casa no tememos, salvo casos muy excepcionales, que un loco pueda acercarse hacia nosotros con una intención maliciosa, malévola.

¿Quién osaría a cruzar la calle en verde sin la convicción de que el coche que se acerca no se detendrá y se nos llevará por delante como si emulara el archiconocido juego Carmageddon? Nadie. Lo mismo sucede en el resto de acciones cotidianas que realizamos.

Ahora bien, con el paso de la vida a causa de las experiencias vividas en la misma, esta fe, esta confianza, en definitiva, la inocencia de la persona se deteriora. Se deja de tener plena certeza en el otro, a creer que no nos va a engañar y el sentimiento de desconfianza nos inhunda por motivo de pequeñas mentiras o desengaños que nos han tocado vivir. De este modo, personas de una misma edad pueden ser más o menos inocentes por causa de esto.

La sociedad en la que vivimos es la que es, nosotros estamos configurados a partir de la misma y, al mismo tiempo, nosotros con nuestros actos también la configuramos, lo que se convierte en una acción recíproca en la que todo aquello malo que le reportemos lo acabaremos recibiendo de vuelta. Por si esto fuera poco, los jóvenes, sin merecerlo, también de los influjos de la sociedad y de víctimas de hoy pasan a ser verdugos del mañana.

Como he apuntado en otros artículos, los medios de comunicación tienen también la culpa de ello ya que se comportan como la sociedad: muestran lo que ven y favorecen que se produzca lo que enseñan. De forma rápida, ejemplos de ello podrían ser series completamente amorales, tales como Física o química, o cualquiera de las que se proyectan en Tele 5 ó Antena 3, en las que infidelidades, sexo y drogas a doquier son ingredientes que no pueden faltar.

En el sentido que apuntaba en los dos párrafos anteriores, si seguimos firmes en nuestras acciones, tomamos conciencia de lo que está bien de lo que no lo está y dejamos tanto de comportarnos como nos marcan los medios e incluso dejamos de ver según qué tipos de programas, no sólo estos medios de comunicación mejorarán su contenido, sino que nuestra sociedad lo agradecerá. Si lo hacemos así, los niños del mañana tendrán de nuevo la inocencia que tenían nuestros padres, e incluso alguno de nosotros, y podremos salir a la calle con más confianza, que representa bienestar.  


14 de mayo de 2010



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