
Así pues, antes de empezar nada, lo mejor es abandonarse en las manos del Señor ya que quizás esa dificultad nos trasciende y sólo Él puede guiarnos hacia donde quiere. Pero escucharlo no siempre es fácil pues aunque Él nos quiera guiar, nuestro día a día, nuestras inquietudes y nuestro individualismo latente impiden que la voz de Dios penetre en nosotros.
Por todo ello, es necesario hacer un planteamiento de la situación, es decir, cuáles son los caminos que podemos seguir e imaginarnos hacia adónde nos conduce -o nos puede conducir-, cada uno de ellos. Esto significa valorar los pros y los contras viendo qué es lo que más nos conviene no sólo a corto plazo sino también a medio y, sobre todo, a largo plazo. Una vez distinguido el camino, confiar en Dios para que nos ilumine y seguir hacia delante.
El quietismo no es válido pues, aunque sigue siendo un camino, sólo nos conducirá a agravar la situación en la que estamos ya que el tiempo pasa y nosotros somos perecederos. En definitiva: observación, valoración, oración y resolución, todo ello con mucha humildad, a sabiendas de que somos seres limitados.
No somos seres limitados y la respuesta no está en Dios, está en nosotros. Te quiero
ResponderEliminarMarta