

El segundo, hace unos días, cuando un hombre, que hoy tiene un trabajo, una mujer y unos hijos, fue a la parroquia arciprestal para darle las gracias a Mn. Agustí después de que éste contribuyera a que aquel chico, en aquel entonces, saliera de la droga.
Por desgracia, el hambre y las drogas son dos de las dificultades por las que pasa cada día más nuestra sociedad. La Iglesia -sobre todo a través de Cáritas y de grupos de desintoxicación-, contribuye a subsanar las carencias que tienen las personas que padecen la una y la otra. Ahora bien, tenemos que recordar que la Iglesia la formamos todos los cristianos y que nuestra ayuda, puntual o continua, es fundamental para poder ayudar a nuestros hermanos, se trate de quien se trate.
11 de diciembre de 2010
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