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miércoles, 22 de diciembre de 2010

La educación del talento

En el instituto en el que trabajo, nos han presentado un libro "La educación del talento", cuya idea de base es que el talento no es un don, sino el fruto de la perseverancia, haciendo resonancia al dicho portugués "água mole em pedra dura, tanto bate até que fura", es decir, el agua, pese a no tener fuerza en ella misma, golpea la piedra -o la roca, en sentido metafórico-, tantas veces, que la acaba agujereando.

Esta misma noche, en una cena con antiguos compañeros de trabajo, el talento en sí, que podríamos traducir por ver-reflejados-los-frutos-del-trabajo, tienen su base en la perseverancia, una característica con la que no cuentan muchos de los adolescentes de hoy en día, que llenan las aulas sin saber por qué motivo tienen que asistir.
El talento que apunta el autor del libro, Don José Maria Marina, no es más que -permítanme, queridos lectores, utilizar esta vulgar expresión-, cuestión de huevos, sí, traducido en otras palabras de perseverancia. Para ejemplificarlo, tomaremos a dos chicos gemelos, con una misma educación recibida. Imaginemos que uno de ellos se marcha un mes de colonias y que adquiere el hábito -por imperativo de la compañía en la que se encuentra-, de levantarse a las 7:30 de la mañana, hacerse la cama, prepararse el desayuno, estudiar, comer, retirarse a estudiar, divertirse jugando al fútbol, cenar, ver un poco la tele y acotarse; por otra parte, el otro gemelo, imaginemos que se va con unos tíos que le permiten levantarse a las 2 de la tarde, acostarse a la hora que le plazca, comer dulces hasta que se canse, a que otros le hagan la cama -o que esté por hacer durante toda la jornada...-. A no ser que ambos tengan unos hábitos adquiridos -como defendía Francisco de Sales en el libro Introducción a la Vida Devota-,  al cabo de un mes la situación de uno y otro será ampliamente distante. El motivo, la perseverancia. 

Por tanto, tenemos que invitar a nuestros hijos, a nuestros alumnos y, como no, a nosotros mismos, a seguir, de manera disciplinada, un orden en aquello que hagamos de manera cotidiana, sabiendo que, a largo plazo, revertirá en el bien de la persona que practique tales acciones. En tal proceso, la figura de los padres es fundamental pues nunca hay que caer en el dicho "haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago", sino adaptar aquél de "donde fueres, haz lo que vieres", pero siempre tomándolo en la vertiente positiva.

Sin más preámbulo, os invito a ver la presentación del libro del que os he hablado en la introducción de este artículo, y que tiene como trasfondo la Universidad de Padres.




18 de diciembre de 2010

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